martes, 18 de noviembre de 2008

71 (DESPUÉS DEL AMOR)

No pudimos ser. La tierra
no pudo tanto. No somos
cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Un pie se acerca a lo claro,
en lo oscuro insiste el otro.
Porque el amor no es perpetuo
en nadie, ni en mí tampoco.
El odio aguarda un instante
dentro del carbón más hondo.
Rojo es el odio y nutrido.
El amor, pálido y solo.
Cansado de odiar, te amo.
Cansado de amar, te odio.
Llueve tiempo, llueve tiempo.
Y un día triste entre todos,
tristes por toda la tierra,
tristes desde mí hasta el lobo,
dormimos y despertamos
con un tigre entre los ojos.
Piedras, hombres como piedras,
duros y plenos de encono,
chocan en el aire, donde
chocan las piedras de pronto.
Soledades que hoy rechazan
y ayer juntaban sus rostros.
Soledades que en el beso
guardan el rugido sordo.
Soledades para siempre.
Soledades sin apoyo.
Cuerpos como un mar voraz,
entrechocando, furioso.
Solitariamente atados
por el amor, por el odio.
Por las venas surgen hombres,
cruzan las ciudades, torvos.
En el corazón arraiga
solitariamente todo.
Huellas sin campaña quedan
como en el agua, en el fondo.
Sólo una voz, a lo lejos,
siempre a lo lejos la oigo,
acompañada y hace ir
igual que el cuello a los hombros.
Sólo una voz me arrebata
este armazón espinoso
de vello retrocedido
y erizado que me pongo.
Los secos vientos no pueden
secar los mares jugosos.
Y el corazón permanece
fresco en su cárcel de agosto
porque esa voz es el arma
más tierna de los arroyos:
"Miguel: me acuerdo de ti
después del sol y del polvo,
antes de la misma luna,
tumba de un sueño amoroso".
Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros,
y edificándome, dicta
una verdad como un soplo.
Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, todo.

Miguel Hernández "Cancionero y romancero de ausencias"

viernes, 15 de febrero de 2008

"Caída"

"Y me vuelvo a caer desde mí mismo
al vacío,
a la nada.
¡Qué pirueta!
¿Desciendo o vuelo?
No lo sé.
Recibo
el golpe de rigor , y me incorporo.
Me toco para ver si hubo gran daño,
mas no me encuentro.
Mi cuerpo ¿dónde está?
Me duele sólo el alma.
Nada grave."

"Poemas de Melancolía y Despedida" de Ángel González.

jueves, 17 de enero de 2008

A la caza del amor

"Pero sintió cómo la embargaba una felicidad extraña, salvaje y desconocida, y supo que aquello era el amor.
Dos veces en su vida lo había confundido con otra cosa; era como cuando una persona va por la calle y ve a alguien que cree que es un amigo suyo: le silba, le hace señas y corre hacia él, pero no sólo no es el amigo, sino que ni siquiera es parecido. Al cabo de unos minutos aparece el amigo y entonces resulta incomprensible haber podido confundir a otra persona con él. Linda estaba contemplando ahora el verdadero rostro del amor y lo sabía, pero le asustaba que hubiese llegado de una forma tan fortuita , a consecuencia de una serie de accidentes. Intentó recordar cómo se sentía cuando quería a sus dos maridos, al principio. Debió de haber alguna emoción fuerte y apremiante; en ambos casos había trastocado su vida, había disgustado a sus padres y amigos para poder casarse con ellos, pero no lo recordaba. Sólo sabía que nunca en toda su vida, ni siquiera en sueños, y eso que había tenido grandes sueños de amor, había sentido nada remotamente parecido".

Nancy Mitford. "A la caza del amor".
Ed. Libros del Asteroide.
www.librosdelasteroide.com